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Ser poeta en los tiempos que corren (III): ¿Dónde está el sentido de un poema? Ubicando la interpretación poética

Un conjunto de sílabas forma un verso, un conjunto de versos forma una estrofa y un conjunto de estrofas forma un poema. A esto se le añaden, recursos literarios e ideas contenidas en esos conjuntos. Hasta aquí, todo bien, pero la suma de las partes no hace el todo: ¿Qué ocurre desde que alguien lo escribe hasta que una mente lo recibe, sea leyéndolo, sea escuchándolo? ¿Cómo se interpreta un poema y dónde está su sentido?

Algunos sitúan la interpretación de la poesía en quien la escribe, otros en la pieza poética en sí misma (“el texto tiene que hablar por sí mismo”, nos aventuramos algunos a decir) y otros en la interpretación del lector (“esto también lo podría escribir yo”, parece ser el resultado último de algunos lectores). Lo mismo hacen también los lingüistas investigadores, cuando se centran en: 1) cómo funciona el lenguaje en la mente, 2) cómo es lo que se dice en el contexto de uso o 3) cómo es la comprensión y recepción del mensaje. Es esto último  análogo a la poesía, en efecto, pues constituye también un acto de comunicación, con sus  actos de habla, con sus intervenciones, envíos a destinatarios, procesos inferenciales en al menos un par de mentes y todo lo demás.

Curioso es el hecho de que el verbo en griego que originó la palabra poesía, ποιεω [poiéo], que significa algo así como crear, componer o hacer, fabricar diera tres palabras: ποιητής [poietés], el que crea; ποιησις [poíesis], el acto de la creación en sí mismo y ποιημα [poíema], que es el poema, aquello creado. Y digo que es curioso porque hasta donde yo sé, este verbo no dio nos dio la palabra que significa “el que recibe la poesía”: ¿el poetáculo? El poetáculo al que llamamos lector, y me disculpo por el palabro.

Es una cuestión de énfasis, de dónde situamos el foco cuando tratamos de encontrar dónde se encuentra la interpretación de la poesía y que tiene mucho que ver con comprender con profundidad un poema o una pieza literaria en todas sus facetas, desde su composición y producción en un agente hasta su llegada a una cabeza humana, de la cual vuelve a salir en otra forma, sea literaria o en forma de otra manifestación cultural (o no, o en cualquier otra forma).
Hace 33 años, Barry Jordan en una conferencia que pronunció en la Universidad de Barcelona en el 1985 y que pasó a ser adaptada y publicada en Quimera (volumen 51, pp. 55-61, bajo el nombre de ¿Dónde está el sentido? Un viaje por la teoría literaria) que el lector ya no es un consumidor pasivo, inerte y refiere en una cita brillante a Stanley Fish, afirmando que para este no es propiamente el texto lo que determina la respuesta del lector o el sentido del texto, sino lo que llama la “comunidad interpretativa” a la que pertenece el lector.

En cualquier caso, más allá de la experiencia literaria y de cómo se construye el sentido de un poema, las vías de legitimización de una pieza literaria pasan por muchos conductos. De entre ellos, pasan por esta construcción de sentido y toda interpretación de un lector se da desde su propio contexto, contexto que incluye también el conocimiento de la tradición literaria y de un canon, que es movible y que tiene la propiedad de irse transformando.

Con esto no querría terminar dando a entender una defensa de cualquier interpretación o juicio estético, pues una cosa es entender que algo puede ser observado desde múltiples puntos de vista y que la validez de una interpretación y de un juicio (sea de una obra artística o de cualquier otra cosa) se da siempre en un contexto y bajo unos criterios y otra muy distinta es decir “todo vale”, “todo es relativo” y “según cómo se mire”. Solo tengo la certeza de que quien sabe mirar más allá de lo que sus ojos ven, sus oídos escuchan y su cabeza humana explora, encontrará poesía allá donde quepa encontrarla.

Foto: Valerio Errani




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LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.