
Pedro Salinas
Por fin nos encontramos
y nuestro amor trascendió a la cúpula
donde residen los amores más reales
y más níveos.
Aunque no fue por fin,
porque no esperamos nunca a encontrarnos
y nos encontramos solo cuando el tiempo irreparable
nos puso ante nosotros
el momento de devolvernos allí de dónde fuimos
y ya no éramos.
Aunque no nos encontramos tampoco,
la vida nos puso en el ocaso
frente a frente
en simientes nuevas
que vienen tras las despedidas más amargas
y aceptadas.
Aunque tampoco el amor trascendió a la
cúpula
donde residen los amores más reales y más níveos.
Eso pudiera ser después.
El amor esperaba todavía
en el limbo de los amores que desisten de ser amor
pero que siempre serán amores
y un imperceptible génesis de un afecto que todo lo traspasa
atravesó las manos y se fue al pecho
buscando el cuidado,
el cariñoso capricho del anhelo
un segundo.
Siempre debe ser por un solo segundo.
Todavía no había trascendido el amor a
la cúpula
donde residen los amores más reales y más níveos.
Fueron necesarios siete días
para que las palabras escalasen al limbo
donde ya no se comparte.
A más allá de la cúpula
solo se puede ir solo.
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