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Mostrando entradas de septiembre, 2018

“El diluvio” (poema)

Nada me traspasa.                              La tarde, el sinsabor del café en la lengua previa, el humo disperso del cigarro no asentado en la garganta, el cielo blanco, de nuevo el vaho elidiéndose de las bocas, cortando labios intocables, juntando las manos ásperas, repitiendo incesante la lengua y los dientes come on come on come on come on . Pero hoy soy espejo de la tierra que no devuelve imagen, luz, reflejo, solo el gesto memorizado no transferible, intraspasable. La noche.             El diluvio inesperado no universal me pertenece –¿o le pertenezco?–. Pies en aguacero, paraguas desierto en las calles manresanas de la noche, diminutos ríos entre las piedras medievales, camino al corazón, la conciencia disminuye meollo de mí en todo, y los altavoces se hacen de silencio. Escucho                   el golpe seco y único de los pasos del diluvio, el silencio empapado me atraviesa en forma de pluma. El diluvio atemporal,                         la madrugada. Ninguna sensación o

Felicidad proporcional (I)

Mi felicidad es proporcional a la cantidad de cielo que veo desde mi balcón. El ser salta de sonido en sonido desde los pájaros al silbido lento de las nubes. La sonrisa se evapora en la satisfacción del mediodía. Canto con los pies. Se oyen al fondo niños, persianas que se abren,  timbres de portales, vehículos que van y vienen. Cierro la persiana en la buscada oscuridad de desprenderme de todo. No se ve el cielo desde la nada sublime donde empiezo a existir del todo. ©  Dani Alvarez Fotografía Sigue leyendo en  Felicidad proporcional (II)

Felicidad proporcional (II)

Mi felicidad es proporcional a la cantidad de cielo que veo desde mi balcón. No hay sonido. La casi luna llena no se ha desplazado. Eppur si muove.  La sonrisa se evapora en la satisfacción de la medianoche.  Canto con la espesa diagonal blanca que un avión olvida a su paso.  Esta es mi casa, mi hogar.  Se oye a lo hondo plenitud: las persianas están cerradas,  los portales están vacíos, los vehículos, aparcados. Mi ser se recoge en la límpida oscuridad de haberse desprendido de todo. Se ve solo el cielo desde la nada sublime donde existo del todo. ©  Dani Alvarez Fotografía Leer Felicidad proporcional (I)

“Convirtámonos” (poema)

Convirtámonos en estatua de piedra en lo que cae el relente de la noche, dos dioses de mármol en pureza nívea,                         uno junto al otro, en la división exacta del peso del agua vertical                         que nos atraviesa mojándonos desde dentro. Emanemos la fuente, soportes de lo vertical                         y mojémonos. Escuchémonos y escuchemos el agua correr y auscultemos el agua correr, y exhalémonos. Percibamos cómo caen por los lados de la fuente los flujos de lo sagrado. Convertidos, permanentes, en el afán de querer ser mármol cuando llegamos a ser piedra mojada, convirtámonos de nuevo.

“Quiero pasar pisando fuerte por la vida” (poema manifiesto)

A horcajadas, si hace falta, hollando la tierra, metiendo un pie tras otro en la nieve y volver por el sendero resiguiendo los pasos con los que vine. Quiero pasar pisando fuerte por la vida ultrajándolo todo, quebrantándonos un poco, profanando las leyes más básicas por las que nos regimos, abatiendo la injusticia abrazando de frente al miedo, insiriéndome en la confusión y la incertidumbre, e ir a veces caminando, solo eso, caminando, despacio pero fuerte, por la vida. Y volver, siempre volver, sobre mis pasos, dibujar cenefas en la nieve, en la arena o en el hielo con los pies descalzos, en la arena blanca de una nieve que resbala, como mis manos dibujan la espuma en el Mediterráneo, y volver, retornar a mis pasos pisando fuerte, siempre, en la vida.

¡en marcha!



LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.