Nadie dijo que el 2021 fuera a ser fácil ni que algo volviera a ser como antes. Sin embargo, la vida y las artes se van abriendo paso tras los retornos y ciertas cosas, aunque sean pequeñas, se mantienen de algún modo. Es, sin duda, tiempo de reinventar muchos aspectos, también el tejido cultural del pequeño escenario en las ciudades y la manera de compartir las artes o de compartinos a través de las artes. Los tiempos han cambiado, la vida ha cambiado, Barcelona ha cambiado. Todo el mundo tiene algo nuevo que expresar tras el 2020 en cualquier ámbito de la vida, nuevas voces surgen, otras voces se hacen eco de ello y otras voces hablan más fuerte. Hay también quienes callan y permanecen siguiendo el hilo de su propia voz interior sin volcarla. A veces, yo soy una de esas voces.
Después de asistir y de participar en tres open mics, el último estando felizmente en cartel como invitada, celebro la permanencia de algunas de las cosas. Volver a estar encima del pequeño escenario y volver a compartir piezas poéticas, algunas de 2020, otras de hace más tiempo, esta vez con un público vestido con mascarilla, mientras de vez en cuando algunos sorbos permiten adivinar barbillas y bocas. Si algunas veces antes el foco de algunas salas no dejaba ver las caras de quienes escuchan y comparten contigo esos pequeños momentos, ahora no son los focos, solo pueden verse los ojos y sus rictus.
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