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Instrucciones para escribir un poema por primera vez en tiempos de pandemia

  1. Estate en casa. No salgas a comprar un bolígrafo montando una romería ni salgas a correr a por crema de cacao.
  2. Lávate las manos. Enfócate en los dedos índice y corazón. También en el anular si nunca aprendiste a agarrar decentemente un lápiz. No olvides frotarte en el surco que hace el pulgar ni en las yemas y las uñas. Cada vez que te laves las manos, piensa en cuántas personas tienen un difícil acceso al agua.
  3. Si durante el confinamiento (o previamente a este) te has digitalizado, limpia y da esplendor a tu ratón y teclado. O al móvil. Un número elevado de artículos científicos atestiguan la alta concentración de acumulación de porquería entre las teclas y las rendijas de los que son para muchos el más valioso tesoro. En ese caso, si estás ya computadorizado o si eres millennial, frota también las falanges distales. Asimismo, calienta tus muñecas: el calentamiento es parte fundamental del entrenamiento.
  4. Di en voz alta: «Cualquiera puede escribir un poema». Total, hay miles de libros y decenas de poemarios publicados que son prácticamente piltrafa y se leen igual. (Esto último no lo repitas en alto).
  5. Olvídate de la rima, del ABBA, de los versos endecasílabos, de los de arte menor, de escribir un soneto, una lira, un serventesio o una octava real. Olvídate de aquello que llamaban métrica. Ahora todo eso es corsé.
  6. Deja en paz a la anáfora, la aliteración y la metáfora. No inventes metonimias banas ni oxímoros inmundos, que lo único que hacen es traernos de acá para allá y dejarnos nocaut. Si de normal eres cursi, adelante; si no, sé como sea que seas. Escribir es una de las múltiples formas de vivir, de estar y de ser.
  7. Olvídate también de cambiar el orden de las partes de la frase en tus versos: no hagas viajar al sujeto adonde habitualmente vive el verbo, ni mandes a este último con todas sus desinencias al culito del mundo porque suena más poético. Lo que suena más poético es la verdad, incluso aunque algunas verdades dichas a voces sean pura cochambre. Trae al sujeto al frente. Deja al verbo confinado.  
  8. Olvídate de que desde tu casa no se ven las golondrinas de Bécquer, de lo que darías por un beso, de lo mucho que te gusta cuando tu amorcito calla, de tantos cañones por banda y de esa luna que en el mar riela y que el niño mira mira. La luna está ocupada con su propio calendario, con su traslación alrededor de la Tierra y con su conjunción con Venus y las Pléyades.
  9. No te vayas al otro extremo, bien adentro hacia lo claro, hacia tu propio brillo interior. Ni se te ocurra pensar en el magnánimo huracán aquel de las palomas negras chapoteando sobre la podredumbre en Nueva York, ni mucho menos en las cifras de casos afectados por el coronavirus que manejan los ministerios, gobiernos y organizaciones del mundo (según las últimas estadísticas). Solo extrae de ti esa herida que tanto duele y no se siente, que, aunque apurar cielos pretendes, ya se te muestra la color en tu gesto y, ¡vamos!, puedes escribir los versos más lindos este día.
  10. Quítate ya los vestidos, las penas, la piel de trapo. Ya ves qué poco valor el de las cosas detrás de las que andamos. Termina de leer contenidos sin sustancia, como lo que ahora estás leyendo. No te conoce nadie, seguro que no. Pero te cantamos.
    Escribe.








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    LA VERDAD QUE NO VEMOS

    No, no quiero los sueños. Es la vida,
    la realidad la que nos llama. Escucha.
    Leopoldo de Luis

    Deja que te lo explique, no en palabras
    — que con palabras no se entiende a nadie —
    sino a mi modo oscuro, que es el claro.
    Mirta Aguirre

     

    Está aquí, déjame que te lo muestre,
    en este pequeño espacio de aire,
    esta dimensión, toda esta anchura
    de trazas, de briznas
    aciculares, está en esta brisa ingenua
    que tanteo con los dedos,
    que trato de asir para hacer mía,
    es de sí misma,
                                  está aquí.


    Está en este soplo hecho de desgarros,
    está en el lápiz que me cae de las manos
    si abro la palma,
    está en esta corriente alterna,
    está en genios y mediocres,
    en las nubes de las partículas,
    en las ínfulas extrañas
    y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
    en la precipitación de un vidrio
    que no nos hiere apenas
    y en los resquicios invisibles
    de nuestras cicatrices más finas,
    está en el cieno de los ríos
    que arrastras a las cimas,
    en la cima lozana
    que hallas en la mirada,
    las miradas tiernas
    que no adviertes,
    y las que adviertes,
                                    está aquí,
    no puede estar en ningún otro lado.


    La recogemos,
    este soplo que resollamos
    está hecho de ella.
    Este vasto espacio que media
    entre tú y yo,
    los lugares entre nosotros
    que no habitamos
    y que alcanzamos al vuelo
    con esfuerzo
    y devoción de céfiro,
    la verdad es que es esto,
    está aquí.