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Yo no tengo nada de bohemia (III)

La vida no nos lo pone a todos igual de fácil. Desde que de adolescente leí la cita "lo importante no es lo que la vida te hace, sino lo que tú haces con lo que la vida te hace" lo he tenido claro. Mi éxito no tiene que ver con el producto final. Mi éxito reside en los procesos que yo vivo, en mi esfuerzo y resiliencia, en el don de la curiosidad que vertebra mis metas y en el modesto sueño de hacer de este mundo un mundo algo mejor.

Cuando alguien se afana en cuantificar mis éxitos, siempre respondo lo mismo: mis éxitos más concretos tienen que ver con que mis chavales de secundaria, mis alumnos, aprendan, tienen que ver con acercarme en lo intelectual y lo práctico al tema que me ocupa en mi tesis doctoral, tesis que me tomé mucho tiempo en empezar porque estaba todavía averiguando el modo como quería hacerla y porque necesitaba empaparme de otras experiencias antes de encerrarme a pensar en la relación de las causas y los efectos, en cómo esta relación se configura en el discurso y cómo eso se desarrolla durante la adolescencia, que es la semilla de pensamiento desde la que brota mi tesis. Mis éxitos se sustentan en aprender de a poco a poco, cada día, sin prisa y con pausa solo si es para descansar.

Y entonces, en una de esas pausas, dejo de trabajar tranquilamente en estos sueños míos un domingo por la tarde, bajo a tomarme una caña en un bar de barrio mientras leo un poemario (de Rafa, por cierto, y gracias) y un artista bohemio y desconocido, sentado en la mesa de al lado, me dice:

− Tú eres una artista, ¿no?

Y contento me acaba preguntando cuándo compartiremos su música y mis poemas. El pobre no ha entendido ni mi soledad dominguera, ni mis sueños, ni que llevo una boina de artista por descuido y por no gastar dinero en aquello que no me importa.


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LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.