Ir al contenido principal

Yo no tengo nada de bohemia (II)

Dicen que voy siempre mediocorriendo porque no llego a todo lo que quisiera hacer, que uno de mis grandes defectos es sentir que el tiempo pasa demasiado rápido. En efecto, si tuviese que elegir un superpoder sería desdoblarme en varias personas para llevar a cabo absolutamente todo. Quizás esa sea una de las razones por las que escribo, aunque no es la central. Escribo, no comparto todo lo que escribo y nunca he tenido la suficiente ambición de publicar libros.

Mi afán ha sido y es siempre indagar en mí, por un lado, y, por el otro, compartirme en pequeños puntos con seres y grupos reducidos de personas en distintos puntos del planeta. Algunos de ellos han traspasado las barreras de lo más críptico de mi poesía (que más que mía es de esta que yo soy) y me han impulsado a purificar el lenguaje que uso. Así las cosas, nada que ver con publicar libros, ni con ganar premios de cualquier campo al que me dedique. Si algo logro en estas líneas o ámbitos es fruto de caminos en los que yo no me interpongo. 

No reacciono contra pequeños sistemas a no ser que los conozca más a o menos a fondo. No tengo poemas sobre las terminaciones nerviosas del clítoris ni sobre el vello de mis axilas, ingles y ombligo. Mis grandes luchas no están en la reacción contra lo que no me gusta ni tampoco  reacciono con ardor contra aquello que no me ha afectado de forma directa. Por ello, ante los grandes booms donde se muestra aquello que yo siempre tuve, me callo y me voy tomando mi(s) cerveza(s) tranquilamente. Que no se me malinterprete, mi cabeza por dentro reivindica y cuando estoy metida en el meollo de algo, mi censor crítico intento, que es bastante mordaz, se lo carga todo. Eso sí, cuando conozco algo a fondo y me afecta de forma directa, sea a través de mí o de los demás, entonces sí empiezo a rajar. Pero no a hablar mal sobre lo mal que está todo: a mí la vida me gusta así. Mi lucha contra el sistema impuesto o el que existe está en los matices. Yo decido mi vida, sueño y me oriento al hacer y, cuando mi censor crítico se lo ha cargado todo, se pregunta: ¿Y yo qué hago para hacerlo mejor?


---
«« Leer la 1a. parte: “Yo no tengo nada de bohemia (I)” ««           
»» Leer la 3a. parte: “Yo no tengo nada de bohemia (III)” »»

Comentarios



LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.