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“El diluvio” (poema)



Nada me traspasa.
                             La tarde,
el sinsabor del café en la lengua previa,
el humo disperso del cigarro no asentado en la garganta,
el cielo blanco,
de nuevo el vaho elidiéndose de las bocas,
cortando labios
intocables,
juntando las manos
ásperas,
repitiendo incesante la lengua y los dientes
come on come on come on come on.



Pero hoy soy espejo de la tierra
que no devuelve imagen, luz, reflejo,
solo el gesto memorizado
no transferible, intraspasable.

La noche.
            El diluvio inesperado
no universal
me pertenece
–¿o le pertenezco?–.
Pies en aguacero,
paraguas desierto en las calles manresanas de la noche,
diminutos ríos entre las piedras medievales,
camino al corazón,
la conciencia disminuye
meollo de mí en todo,
y los altavoces se hacen de silencio.

Escucho      
            el golpe seco y único de los pasos del diluvio,
el silencio empapado me atraviesa
en forma de pluma.

El diluvio atemporal,
                        la madrugada.
Ninguna sensación o movimiento dura para siempre.
El diluvio deshidratado descansa
                                               en la mañana.

¡Nada me traspasa!
¡Las calles húmedas,
los cielos despejados,
las nubes no blancas, sino blancas!,
¡el cuerpo asumiendo el
hello hello hello en la calle del Born!
¡La casiabsoluta dimensión de dios en mí
haciendo río barroso
bajo la cúspide gótica
de esta ciudad rehogada!






El cielo blanco,
el nuevo vaho elidiéndose en las bocas
al galope frío,
el humo del cigarro atravesando la garganta,
el sabor del café
de la noche en que han ocurrido tantas cosas
y no ha pasado nada. 



Dani Alvarez Fotografía







El diluvio, en Bar Sinestesia

Comentarios



LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.