el sinsabor del café en la lengua previa,
el humo disperso del cigarro no asentado en la garganta,
el cielo blanco,
de nuevo el vaho elidiéndose de las bocas,
cortando labios
intocables,
juntando las manos
ásperas,
repitiendo incesante la lengua y los dientes
come on come on come on come on.
que no devuelve imagen, luz, reflejo,
solo el gesto memorizado
no transferible, intraspasable.
El diluvio inesperado
no universal
me pertenece
–¿o le pertenezco?–.
Pies en aguacero,
paraguas desierto en las calles manresanas de la noche,
diminutos ríos entre las piedras medievales,
camino al corazón,
la conciencia disminuye
meollo de mí en todo,
y los altavoces se hacen de silencio.
el golpe seco y único de los pasos del diluvio,
el silencio empapado me atraviesa
en forma de pluma.
la madrugada.
Ninguna sensación o movimiento dura para siempre.
en la mañana.
¡Nada me traspasa!
¡Las calles húmedas,
los cielos despejados,
las nubes no blancas, sino blancas!,
¡el cuerpo asumiendo el
hello hello hello en la calle del Born!
¡La casiabsoluta dimensión de dios en mí
haciendo río barroso
bajo la cúspide gótica
de esta ciudad rehogada!
Comentarios