«El Circo del Ojo», la novela de Jesús María de Val, recién publicada y premiada, empieza dándonos la bienvenida en un circo en el que ocurre lo impensable, un circo gobernado por un ojo al que nunca se lo ve, ya que "es ojo porque ve y no porque se lo vea", que aplica justicia a un entramado de personajes que representan las maldades y vicios del ser humano, el egoísmo, egocentrismo, el excesivo orgullo intelectual, la soberbia, la manipulación. El maestro de ceremonias nos conduce por un circo donde cada cual tiene su billete (curioso es que a veces se los cambian, queriendo modificar así su destino) y donde cada cual vivirá una experiencia acorde con su condición. Alguno se salva, claro. Lo impresionante será que la novela condena además a aquellos tan bien asentados y aceptados en nuestras sociedad, aquellas actitudes racionalistas -los hombres de pensamiento-, en un debate que pone en tela de juicio el racionalismo cartesiano en favor de ir más allá y de otros modos de comprender el mundo (de una forma elegante, por supuesto). También condenará a "los más callados del grupo", que no dejan de ser "actores secundarios de sus vidas" y a los que no les queda más remedio que desnudarse ante el gran público: "¿Qué hay que decir? Eso solo lo sabe usted. Todos tenemos cadáveres tras la cortina. Yo no. ¿Tampoco actos ocultos? Ninguno que sea vergonzante. Del público recibirá aplausos o abucheos. Si no los convence, el ojo los despojará de una prenda. Les sugiero la verdad. ¿Qué es verdad? La verdad, caballero de levita, es la única mentira que como mentira es falsa. Le aconsejo que no tarde en encontrarla".
Novela original y transgresora, ágil de leer y que a veces demanda releer fragmentos para exprimir al máximo (y también para regocijarse en cómo los personajes acaban cayendo en su propia trampa) unos diálogos que, en lugar de fácilmente escribirse mediante rayas e intervenciones en líneas, el autor se ha atrevido a plantear a renglón seguido, con genial resultado. Así el maestro de ceremonias nos irá conduciendo por los diversos espacios en los que van ocurriendo todas estas atrocidades. Todo un viaje por el «El Circo del Ojo».
Preguntándome qué billete en el circo me tocaría a mí en el «El Circo del Ojo», dejo de escribir para dejaros con el fragmento que da inicio a la obra:
Detrás de la cortina
Pasen y vean, damas y caballeros, no se pierdan las maravillas del circo del ojo. El prodigio que da sombra a los albores del mundo. Dicen que es tan antiguo como el odio que le robó las alas al ángel caído, que el ojo estuvo en el árbol la mañana que Adán recibió la manzana y que ya miraba cuando las plagas de Egipto cruzaron el Nilo. ¿Qué dice que es su negocio? Un circo. Pero ¿qué hay dentro? Un ojo. Igual no ha visto el cartel, o a lo mejor no me escucha bien. Para hablar tanto no es que se explique mucho. El ojo se explica solo, señora de gran collar, nada más tiene que entrar. ¿Ve la cortina negra? Da un poquito de miedo. El miedo es la antesala a la recompensa y la ventana que se abre al placer. No lo piense más, señora del collar, le aguarda un mundo al alcance de muy pocos. Yo es que no soy muy de circo. Ya. Es más de cóctel. Bien que lo sabe. Se le ve, es usted de otra clase. A mí tampoco me llama mucho. ¿El qué, caballero del sombrero? El circo. Se perderán entonces la mayor transformación de sus vidas. ¿Hay un licántropo? No me ha entendido. Si se explicase mejor. Ni licántropos ni hombres lobo. Tampoco es usted muy listo. Vaya. Ambas cosas son lo mismo. Ya. Y ahora si me lo permiten, se hallan ante el único prodigio vivo que queda del mundo antiguo. ¿El sombrero de copa le va con el disfraz? No es un disfraz…
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