Génesis del vuelo
La vida pasa volando
¿Qué tendrá el concepto de volar que despierta, especialmente en su anticipación, tanta valentía, tantas ganas de vivir y tanto revuelo?
Muy recientemente recité, para el proyecto de educación literaria “Un poema cada semana” dos poemas de “La verdad que no vemos”: “Volar” y “Teísmo” (Link post aquí y en la imagen siguiente).
El primero, breve, compacto, sin hipérbatos ni metáforas, purificado o formalmente reducido a su expresión más sencilla (trabajo de depuración, o de purificación, que a menudo le es necesaria a mi poesía) dice así:
El proyecto “Un poema cada semana”
El proyecto cuenta con la participación de poetas vivos que leen o recitan sus poemas propios en un vídeo dirigido a los alumnos de secundaria de un instituto. Pero el proyecto no termina ahí. A partir de cada poema o conjunto de poemas de cada autor, Antonio Martín Flores, profesor de secundaria en la provincia de Sevilla, cabeza y corazón pensantes del proyecto, hace un comentario de los poemas, para proponer e hilar después actividades didácticas para trabajarlos, desde el gusto por la lectura poética y en concomitancia también con otras piezas poéticas. Cuenta además, este proyecto-blog, con otros proyectos paralelos, como el proyecto de lectura solidaria “La voz a ti debida”, a los que vale mucho la pena, como docentes, poetas o como las dos cosas, echarles un ojo.
Que la educación poética es complicada e insuficiente en estos tiempos es algo que parece indudable, pero a la vez hay cientos de proyectos destinados a este fin. "Un poema cada semana" es uno de ellos y es, ciertamente, toda una inspiración para movilizarse a llevar a cabo proyectos en esta línea.
Volar: un concepto literario por el que ir volando
Inmediatamente después de ver las actividades y de leer mi entrada, tras haber ojeado también otras muchas, me di cuenta del potencial del tema de “volar” en literatura, desde varias de sus fases pero casi todas desde su anticipación hasta el génesis del vuelo, me han ido pasando por la cabeza como una traca cuantos textos he leído o escuchado sobre el volar, porque “mucho vuela el viento, pero más el pensamiento”. Así he ido volando yo de texto en texto (volátil intertextualidad), por algunos textos sobre el vuelo que son además para volar.
Por ejemplo, y sin intención recogerlos todos, para que despleguemos las alas todos, tenemos a Pablo Neruda, en uno de sus sonetos de amor en Chile:
Pablo Neruda: Soneto XCVII, en Cien sonetos de amor (1959)
Hay que volar en este tiempo, ¿a dónde?
Sin alas, sin avión, volar sin duda:
ya los pasos pasaron sin remedio,
no elevaron los pies del pasajero.
Hay que volar a cada instante como
las águilas, las moscas y los días,
hay que vencer los ojos de Saturno
y establecer allí nuevas campanas.
Ya no bastan zapatos ni caminos,
ya no sirve la tierra a los errantes,
ya cruzaron la noche las raíces,
y tú aparecerás en otra estrella
determinadamente transitoria
convertida por fin en amapola.
Y también Alfonsina Storni desde el dolor profundo en Argentina en esta invitación de cuartetos abba:
Alfonsina Storni: Date a volar, en Irremediablemente (1919)
Anda, date a volar, hazte una abeja,
en el jardín florecen amapolas,
y el néctar fino colma las corolas;
mañana el alma tuya estará vieja.
Anda, suelta a volar, hazte paloma,
recorre el bosque y picotea granos,
come migajas en distintas manos
la pulpa muerde de fragante poma.
Anda, date a volar, sé golondrina,
busca la playa de los soles de oro,
gusta la primavera y su tesoro,
la primavera es única y divina.
Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
anda, camina por el mundo, sabe;
dispuesta sobre el mar está tu nave:
date a bogar hacia el mejor encanto.
Corre, camina más, es poco aquello...
aún quedan cosas que tu mano anhela,
corre, camina, gira, sube y vuela:
gústalo todo porque todo es bello.
Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.
Callada el alma... el corazón partido,
suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.
Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para ti...
Pero se hace la noche; no te apures...
Todas traen a mí...
Seguimos por el mismo país con Oliverio Girondo, tan dado a volar hacia arriba y hacia abajo, en el inicio de Espantapájaros, fragmento recitado en la película, basada en los poemas de Girondo, El lado oscuro del corazón (dir. Eliseo Subiela, 1992; actor: Darío Grandinetti).
Oliverio Girondo: Espantapájaros (1932)
I
Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! —y en esto soy irreductible— no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue —y no otra— la razón de que me enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba del comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres.
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. “¡María Luisa! ¡María Luisa!”… y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera…, aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes, la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
No es de extrañar tampoco que al día siguiente me despertara reescuchando la canción Volar de el Kanka (junto con la voz de Rozalén y también junto con la voz de Zenet).
Podríamos seguir textualmente volando. ¿Qué tendrá el concepto, el símbolo y el sueño de volar que tanto despierta en su anticipación y génesis? No sé si es el volar un encuentro literario o el volador se está constituyendo en arquetipo. En cualquier caso, es prácticamente un tropo, tema común en poesía y en la literatura en general. Abarca gran diversidad de personajes: vuelan las brujas y también muchos superhéroes. Lo hacen de forma natural algunos animales, desde gaviotas que han de aprender a volar (Luís Sepúlveda) a las moscas; lo hacen los aviones y lo hacen también los ángeles. Aunque haya alas que sean de cadenas (Blas de Otero), otras que evocan el ansia de vivir. algunas alas sean de cadenas (Blas de Otero).
Vive y vuela, que “delight is as the flight” (Emily Dickinson), con las alas invisibles de la poesía, “on the viewless wings of Poesy” (John Keats, en la “Ode to a Nightingale”, ‘Oda a un ruiseñor’). Pero cuidado con volar demasiado alto, pues el sol puede derretirnos las alas, ya le pasó a Ícaro y podríamos caer al mar o lo subterráneo —¿dónde se originó el conceto de volar, si estaba ya en “Las metamorfosis” de Ovidio? ¿Cuándo arraigó? —.
¿Por qué otros textos seguir volando antes de volar hacia adentro? ¿Será volar un salto que se nos va de las manos (y también de las piernas? Es el vuelo hacia el exterior, en todas direcciones, solo un espejo para el vuelo hacia adentro?
Volamos, para cerrar el vuelo, hacia Canadá para terminar con este poema de Margaret Atwood:
Margaret Atwood: Flying inside your own body
Your lungs fill & spread themselves,
wings of pink blood, and your bones
empty themselves and become hollow.
When you breathe in you’ll lift like a balloon
and your heart is light too & huge,
beating with pure joy, pure helium.
The sun’s white winds blow through you,
there’s nothing above you,
you see the earth now as an oval jewel,
radiant & seablue with love.
It’s only in dreams you can do this.
Waking, your heart is a shaken fist,
a fine dust clogs the air you breathe in;
the sun’s a hot copper weight pressing straight
down on the think pink rind of your skull.
It’s always the moment just before gunshot.
You try & try to rise but you cannot.
Comentarios
Un saludo.
¡Gracias por tu comentario y disculpa la tardanza en leerlo y responderlo! Lo había pasado por alto.