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Entrevista de poesía “Conversando con Remei González Manzanero”, por Marco Antonio López Vilaplana, en la revista 'Culturaca'

http://www.culturaca.com/conversando-con-remei-gonzalez-manzaneroHa salido hoy publicada en la revista Culturaca la entrevista que uno de sus colaboradores, Marco Antonio López Vilaplana, me hizo con motivo de mi primer libro de poesía publicado, La verdad que no vemos (XVI Premio Águila de Poesía de Aguilar de Campoo). Con él converso sobre algunos de los poemas del libro y también sobre poesía. Puedes leerla aquí o a continuación:

www.culturaca.com/conversando-con-remei-gonzalez-manzanero/

No hace mucho que conocí a Marco Antonio, músico y poeta, en cuya presentación (en realidad, vermut literario musical) de su reciente poemario Nit (Célebre Editorial) tuve el honor de participar como poeta invitada. Mi agradecimiento a Culturaca y a Marco Antonio López Vilaplana por invitarme a reflexionar y compartir mi visión poética y La verdad que no vemos. Mi agradecimiento también, ¿cómo no?, al fotógrafo, Dani Alvarez Fotografía, por la paciencia en conseguir sacarme la foto tan estupenda que aparece en la entrevista. 

A continuación, la entrevista: 


Entre otras cosas, ahí es nada, Remei ha ganado el premio La Equilibrista en su modalidad de poesía con el poemario Habitantes de un paraíso minúsculo. ¡Además!, además, goza de una mención honorífica en el primer certamen de poesía de Aquiescencia Editorial; y su primer libro, con tirada de 900 copias, y del que un, desde ya, su servidor, dispone, se ha alzado con el reciente XVI Premio Águila de poesía. Sobre este último centraremos la charla.

Esta treintañera catalana y filóloga hispánica que admira a Margarit y a Salinas y que es capaz de poner acordes a Whitman bajo la atenta mirada de León Felipe, y, que, según ella, la reconoceré por su chaqueta de cuero de oveja rota, no hace mucho que abandonó Johannesburgo, donde impartía clases de español. Por el momento, como aclara, camina su ciudad más de lo que la ha querido.

Pues vamos a profundizar en su poemario La verdad que no vemos. Y robándole un verso… la tinta está echada.

Remei, ¿un café?

Por supuesto, vamos allá.

Antes de entrar en el poemario, te despediste de Sudáfrica con el escrito “Los ojos del espejo”. ¿Qué ven los ojos de tu espejo? Quizá ven, ¿la verdad que no vemos?

Es difícil de precisar. Recuerdo redactar ese escrito justamente la misma semana en la que terminaba de conformar la estructura del poemario, aunque la materia prima de la que este partía y los temas que trato de abordar en el libro fueran anteriores. Ahora bien, lo que ven los ojos del espejo, aunque sea en cierto modo una verdad, no es la misma que “la verdad que no vemos”, sino una que se descubre y surge de interrogarse directamente a una misma y no, en cambio, en relación con los otros, que es donde se sitúa “la verdad que no vemos”. Digamos que los ojos del espejo no ven más que lo que logramos ver de nosotros mismos. En otras palabras, cuando una persona se aboca al misterio de una misma, lo hace siempre desde y hacia ese yo, que, en mi opinión y al menos para mí ahora, es inevitable. En cambio, “la verdad que no vemos” remite a una verdad compartida, que existe en la interacción entre uno mismo y otro. Se trata de una verdad indescriptible, de misterio insondable, y que solo termina de construirse a partir del encuentro con el otro. En este sentido, quizá podríamos decir que los ojos del espejo, que no dejan de ser lo que nuestra mirada personal nos devuelve de cada uno de nosotros, son también los de otro, pero no dejan nunca de ser parte de nosotros.

Leopoldo de Luis, a quien citas, ya lo deja claro aunque sea al modo oscuro de Mirta Aguirre (que bien podría ser el claro): en el fondo ¿todo es verdad? ¿Incluso el vasto espacio que puede mediar entre dos personas?

No todo es verdad, pero sí lo es ese espacio situado entre uno mismo y otro. Cuando elegí la cita de Leopoldo de Luis, que son los dos primeros versos de un poema titulado “La realidad”, para encabezar el primer poema del libro, que además es el que le da título y da la clave para leer el resto de poemas, lo hice porque remite a una realidad genuina que va más allá del idealismo. Yo no sé dónde está la verdad o si existe con independencia de nosotros, pero sí creo en una verdad que no se puede narrar más que a partir de pequeños fragmentos de experiencia y pienso que la poesía es una forma de actuar desde verdad mediante el lenguaje.

A simple vista, el marco donde transcurren tus poemas es de geografía libre, de arquitectura sin esquinas, aunque en tu segundo poema del libro “Viejo puente otomano” adviertes de sus arcos perfectos. En tu opinión, para la posteridad, ¿qué es un poema?

No sé si me atrevo a definir qué es un poema y menos a hacerlo para la posteridad, pero si me aventuro a ello, entiendo la poesía como un proceso de exploración de lo íntimo o al menos desde lo íntimo, de encuentro con aquello que nos hace ser quienes vamos siendo, a veces incluso como una forma de enfrentamiento y descubrimiento, porque el poema nos revela a veces cuestiones de las que no somos del todo conscientes. El poema es lo que queda de ese proceso exploratorio, un poco al modo como lo entendían los griegos hace más de dos milenios. En fin, el poema es el artefacto, la composición o la pieza que, existiendo por sí misma, lo hace en relación con un autor y sus vivencias, incluidas en estas lo que ya escribió y lo que escribirá, y también en relación con lo que existe más allá de sí mismo, incluido el resto de literatura y otras manifestaciones artísticas. Asimismo, el poema es después leído y esa lectura resuena en alguien que está también explorándose a sí mismo y al mundo y que le acaba de otorgar el sentido. La poesía nos permite precisamente conectar con las realidades de los demás, directamente de ser humano a ser humano.

No quiero alargarme demasiado, pero creo que hay que hablar también de la forma del poema. Cuando escribo que “en sus arcos perfectos se apoyan metáforas, metonimias / y otros hechos salvajes” ya no me centro en el contenido, sino en la forma, la elección de las palabras, los recursos formales, incluyendo también los efectos rítmicos, que le dan consistencia a ese contenido. Para mí, la clave de todo poema que funciona está justo en la relación entre la forma y el contenido del poema y, en mi caso, mi afán ha sido expresar con naturalidad esa especie de chispa de palabras inicial con la que después hay que batallarse para darle consistencia y sentido, aunque, claro está, no siempre se logra.

En los dos poemas “Desapariciones” (entre medias de los dos se pretende volar al destino del poema siguiente para después hacerse estrella y lograr agacharse a la nada), vacila la posición del sujeto lírico respecto a la metáfora, hasta este punto pura, que desaparece, el origen de todo, y a la par la abandonas. Y, en efecto, en el poema siguiente “Primum Vivere Deinde Scrïbere” el logro reside en dejar de utilizarlas. El poeta “ya convertido en nada” ¿se humaniza en esta frontera, en este cambio brusco en el libro, para escribir desde la nada (en mi opinión, según lo leído, sinónimo de recuerdo)?

No sé si lo llamaría humanización. Lo que sí es cierto es que, tras ese segundo “Desapariciones”, viene un conjunto de poemas con un lenguaje muy llano, depurado de metáforas, que pretenden expresarse más clara y directamente. En efecto, escribir desde esa nada suponía renunciar a la metáfora, que no deja de ser una asimilación completa entre dos realidades, para hablar directamente de esa realidad usando otros recursos.

Entonces es cuando aparece Barcelona, además la Barcelona del imaginario popular, más de Montalbán que la de Marsé, la del casco antiguo, precisamente el escenario de este café. ¿Otro? Y mientras nos lo traen, ¿la significación de Barcelona en esta obra va más allá del mero contexto urbano?

Sí, claro, más café, sigamos. Pues no podían faltar algunas referencias a Barcelona, que es mi hogar o, más bien, el origen desde el que siempre parto y el destino al que siempre regreso. Ahora bien, estas referencias son intencionadamente explícitas en dos de los poemas (en otros decidí dejar las escenas sin contexto geográfico), aparecen espacios reales que decidí no alterar convirtiéndolos en ficción poética, porque me parece que la frontera entre poesía y vivencia puede a veces ser tan fina que llegan a confundirse. Eso ocurre precisamente en el poema de “Primum vivere deinde scrībĕre”, que hemos comentado y donde la significación de lo que se dice de estos espacios surge prácticamente de lo real, pero la gracia ahí está no en lo que se dice, sino en lo eso insinúa en sí mismo.

También a partir de este momento en el poemario comienza el acto de habla en segunda persona, y en “La Rambla del Sufrimiento”, pasamos de moldear el recuerdo, endulzarlo quizá, al sufrimiento aún no hecho memoria. Me parece logradísimo el encabalgamiento en la cuarta estrofa “…ni concedí mis pasos / como tampoco cede la tierra cuando ha sido antes pisada”, y a pesar de ello, una Rambla sin orgullo (la tangible) sigue cediendo. ¿Qué distancia existe entre la melancolía/padecimiento antes o después de sufrirla?

Trato en “La Rambla del Sufrimiento” el sufrimiento compartido, en tanto que experiencia que se vive internamente y que a veces solo somos capaces de contar, pese a que el sufrimiento en sus distintas formas nos alcance a todos y pueda compartirse en ocasiones hasta el punto de sufrir con alguien. Como bien señalas, comienza ese acto de habla en segunda persona, directamente con un “tú” que al principio del poema no ha vivido el sufrimiento más que de oídas o con el intelecto, pero que al final ha padecido el sufrimiento también, pero es entonces donde ya se han girado las tornas. Salvando muchísimo las distancias, ese cambio de roles me recuerda a lo que sucede con Sancho Panza y Don Quijote (ya en la segunda parte) cuando el primero se quijotiza y el segundo empieza a comportarse casi como lo haría Sancho. En cualquier caso, la experiencia del sufrimiento converge en esas dos personas y se produce ese giro de quién sufre y quién ya ha dejado de sufrir mientras van caminando por Barcelona.

Tras el poema que abre y da título a la obra “La verdad que no vemos”, puede que, por lo que percibo, el más popular sea “Éxito”, ya que da juego a la interpretación y pertenece a esa “otra sentimentalidad” del que cualquiera pueda sentirse aludido. Imagina lo que significa para mí, que también deseé el éxito, esas muertes pequeñas y dóciles (y añadiría lentas), que acechan en cada farola. O el influjo lunar en toda su ansiedad al leer cómo se desmadran tus lunas llenas. Remei, ahora que acaba de comenzar tu carrera literaria, en su versión editorial, ¿qué significa para ti el éxito? Y, en caso de que llegue, qué esperas que te aporte.

No es una pregunta fácil y es algo a lo le he dado algunas vueltas, porque mi voluntad de publicar es relativamente nueva y nunca antes había estado convencida de compartir lo que escribo publicando un libro. De hecho, recibir el Premio Águila de Poesía por “La verdad que no vemos” fue una sorpresa inmensa y es algo por lo que me siento muy agradecida.

Cuando escribí “Éxito” lo hice partiendo de la idea de que el éxito es algo subjetivo, cada cual sabe lo que le significa, y lo escribí teniendo en mente que lo que al final nos trasciende no es lo que hacemos, aunque también los hechos sean relevantes, sino cómo lo hacemos y vivimos. Yo siempre rehúyo de cuantificar el éxito porque creo que el verdadero éxito está en cuestiones más pequeñas o que al menos hacen menos ruido. El éxito, para mí, tiene más que ver con lo que se logra al servicio a los demás y en ese compartirse que con lo que se consigue solo para uno mismo, para el beneficio propio. Esto, que va más allá de la poesía, tiene que ver con esta en que la poesía es también una acción realizada mediante la palabra que puede derivar en distintos resultados. No busco el éxito editorial ni tengo la ambición de que mis libros sean superventas, lo que sí quiero es compartir, difundir lo que escribo, prácticamente al mismo nivel que disfruto lo que esto me da en conocer nuevas voces y sensibilidades poéticas y las conversaciones que los poemas despiertan.

Mi querida pirómana, ¿qué tiene de biográfico, valga la redundancia, el poema “Biografía del fuego”?

Me pones en un aprieto, pero contestaré honesta y claramente. Valga decir primero que todo lo que sea susceptible de considerarse delictivo en el poema es poesía. Dicho esto, la verdad es que es un poema muy prosaico en el que no quise dejar fuera los detalles. La secuenciación de la biografía, es decir, la elección de los momentos que aparecen en el poema, es verdadera. Puedo decir que los hechos remiten a momentos reales de mi vida, pero después hay una clara transmutación, en la que absorbí también parte de las experiencias de otras personas. No puedo decir más.

En el poema “Versiones”, cuya coherencia métrica es intachable (a pesar de la predominancia de los heptasílabos, la combinación de trisílabos y tetrasílabos utilizados como pie de quebrado logra resolver), convive el paralelismo hormiguita/reptil y tigre/abeja en contraposición, a mi parecer, con niña/mujer. ¿Cuántas Remeis existen? Me explico, ¿cuántos sujetos líricos encontramos en el libro? De todo contraste, ¿qué es lo que desechamos?

En efecto, esa es la contraposición que se da. Existe una sola, con sus distintas versiones, infinitas si quieres, y en constante cambio, como en cualquier persona.

Respecto a los sujetos líricos, hay básicamente uno. Sí es cierto que en algunos poemas el “yo” queda camuflado en la generalización o en la abstracción, por ejemplo, cuando menciono “el poeta” en el poema del “Viejo puente otomano”. Incluso en los dos poemas en los que trato la violencia explícitamente (uno una violencia física, “Mandíbulas de violencia”, y otra más psíquica, “Precipicio vertical”) lo hago en tercera persona, desde la experiencia de quien observa y absorbe el dolor por esa violencia ejercida en otros y no directamente desde quien la sufre directamente, que sería bastante distinto pero muy interesante de trabajar en el futuro.

Opino como tú que cualquier lluvia puede bautizarme, y ahora que somos teístas, ¿el poema “Secuela”, que cierra la obra, ¿va dirigido, nace del deseo, es un epitafio, al propio libro?

Los finales son complicados de cerrar. Aunque puede interpretarse de varias maneras porque quise dejar abierta esa muerte del final, quien muere es una parte del poeta, no necesariamente el libro, aunque sí hay ese doble juego entre la secuela de lo que permanece del libro y el proceso vivido por el poeta durante el libro.

Yo recomiendo el libro encarecidamente ¿cómo podemos adquirirlo?

El libro ha sido premiado recientemente y está con la primera distribución, de momento ha empezado a circular por algunas bibliotecas y centros culturales, aunque todavía no está en librerías. Pero no hay problema para conseguirlo porque también yo lo estoy haciendo llegar personalmente y por correo postal, lo cual, por cierto, es maravilloso porque trae consigo excelentes conversaciones de primera mano con cada uno de los lectores.

Y cansado de tanto café, mi última pregunta ¿qué haces esta noche?

Pues ¿quién sabe? Soñar que soy el puente que tanto aparece en el poemario. Es broma, empezar con la autocrítica a mi libro (que, en realidad, ya he empezado) y terminar de cerrar el segundo poemario.

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Comentarios



LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.