Compartir la poesía de viva voz. Escuchar atentamente los versos de los demás, comprender sus gestos, que a veces amplían o reducen acertadamente significados que por sí solos estaban en las inferencias generadas en nuestras cabezas (quizá también en nuestros corazones). La situación pandémica se ha llevado eso, pero no se ha llevado los versos ni las tarde-noches de lectura. No se ha llevado tampoco del todo compartir la poesía de viva voz, se hace la mayoría de las veces detrás de la cámara y con el micro encendido, eso sí. Hay algo bueno en todo esto (porque de todo podemos extraer algo positivo), el hecho de que, aunque antes, claro está, también compartíamos poesía en redes y ese movimiento era gigantesco y muy ramificado, ahora mismo también lo hacemos, pero más aún quizás y en cualquier caso de una forma distinta.
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Foto: Gerd Altmann |
Hay algo de
combinación de lo local y lo global en la
poesía en las redes. Hace poco más de un año era bastante improbable que alguien que se vinculaba en la escena poética de una localidad concreta lo hiciera con personas de la escena poética de otras localidades. Me refiero a la escena más underground, a la que ocurre en micros abiertos, recitales en asociaciones, tertulias y charlas y demás modalidades en locales más o menos pequeños de barrios, ciudades o pueblos, la escena que conforma parte del tejido cultural de una localidad, pero no del pueblo a más de cinco pueblos para allá ni mucho menos a veintisiete pueblos de distancia. No es que no se hiciera nunca, esto de ir de visita local a otras localidades, por supuesto que se hacía, pero de forma temporal y casi yendo de visita. Era improbable que por ejemplo yo, siendo de Barcelona, conociera (más a fondo, no de pasada) a alguien que se vincula y comparte la poesía como yo, pero en Albacete, Sevilla o un pueblo de Noruega. Ahora esto se da. Lo vi bastante claro en el f
estival de poesía Búnker Poético (aquí mi post sobre el tema), que se hizo por directos de Instagram toda una semana después del toque de queda, y que va en camino de una séptima edición. Lo empecé a entrever en la lectura de poesía por whatsapp de Ediciones La Maleta Ilegal el año pasado (
aquí mis reflexiones sobre la posición cardinal sociogeográfica en el mundo a raíz de esa lectura poética) y se ve claro en el Poetry Slam Virtual Events. Algunos de los grandes festivales se han pasado al online, no quedaba otra; muchos aprovechan la ocasión para ampliar su difusión y otros han nacido en este contexto, algunos de forma efímera cuando la pandemia empezó. Yo andaba entonces en Sudáfrica, pero así tuve la oportunidad de participar a 8000 kilómetros de distancia en el micro abierto al que siempre he ido, el del Espai Poètic, y que prácticamente era mi casa poética en Barcelona. Ahora caigo en la cuenta que la expresión "micro abierto" toma igual ahora un significado nuevo, pero vaya. Otros van creando o al menos pensando nuevos formatos, que creo que con suerte se quedarán con nosotros bastante tiempo.
Parece obvio que es necesario pensar nuevas cosas, traer nuevos formatos y maneras distintas de compartirnos, y es que ya no podemos encerrarnos en un local pequeño sin ventanas o en un sótano para compartirnos y seguir creciendo. También hay muchas cosas, que ojalá que se hubieran dado presencialmente y que no podrán darse así. Yo reconozco haberme lamentado por ejemplo de no poder compartir la poesía de mi
primer poemario publicado, premiado con el XVI Premio Águila de Poesía, en Aguilar de Campóo (Palencia), que es desde donde se convoca ese premio, o de no poderlo compartir a mayor escala este primer mes en el que ya ha salido, aunque también reconozco que eso me lleva a nuevos pequeños formatos para compartirlo. En cualquier caso, tendremos que crecer o simplemente seguir de otra manera. Parece no solo obvio, también difícil imaginarlo, pensarlo y llevarlo a cabo. Podríamos esperar a que vuelva a ser como antes, pero no solo es improbable, sino que en el caso de que así fuera, lo que habíamos hecho antes ya no nos valdría como nos valió entonces.
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