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Seguir escribiendo


Escribir es un acto de exploración y revelación, la tentativa de detener lo efímero y también de fijar lo perecedero, de conformar lo indecible y poner en palabras aquellas emociones y pensamientos (¡primera vez que pongo las emociones por delante!) que a menudo en el transcurso de la cotidianeidad se escapan de nuestro entendimiento. Volver a la realidad para acabar de conformarla.

Empiezo este texto inspirada por el de otra persona que abre su carta de presentación no con su foto, que sí aparece pero apenas se la ve, ni con un poema, sino con un pequeño fragmento titulado Escribir. También por la falta de actualización de mi blog en los últimos tiempos (¿no tenía nada que decir? ¿demasiado ocupada para compartirlo? ¿perdí la inercia?). Escribir es un diálogo, intertextual siempre y además con uno mismo, intrasujeto que podríamos decir (con quienes somos y además a veces con quienes no somos) y con lo circundante, un diálogo, digo, para ordenar el caos buscándole sentido o de desarticular cualquier orden autoimpuesto (o heteroimpuesto, ¿por qué no?) Encontrar belleza, que no lo bonito, en la incertidumbre y desaliento vitales: este va siendo mi último proceso creativo y por eso lo escribo ahora, aunque no siempre fue así. Escribir como necesidad interna, por procesar la realidad que soy y la que es allá afuera, de enfrentar mis miedos, purgar la queja y abordar mis penas. No de celebrar, en cambio, mis alegrías. Es un acto ineludible de valor y de vulnerabilidad, pero también de afirmación y de resistencia.

Seguir escribiendo será inevitable, aun en esta época en que poco nuevo escribo, porque por medio de la palabra voy encontrando mi voz y mi hogar en el mundo, morada tejida entre el dentro y el fuera, el aquí y el allí. Ha sido y será un proceso continuo de descubrimiento, de ciclos perpetuos de pequeñas transformaciones que se van superponiendo las unas a las otras. Cada texto, incluso este, es una oportunidad y, en última instancia, un acto de fe. Y de amor, dicen, y yo también lo creo, por las palabras y por su capacidad transformadora de nuestras limitadas percepciones y juicios. En cada frase hay siempre al menos una chispa de verdad, al menos, en las mías.

La escritura, mi escritura, vaya, refleja mi pensamiento y a la vez moldea la forma y el contenido de este. Mejor dicho, la escritura es una extensión de lo que pienso y lo que siento, sea esto último más o menos consciente. En el acto de escribir, descubro también lo que no sé de mí y lo que no sé de los demás. Si, por ejemplo, proceso algo como una metáfora o como una paradoja, esto queda impreso, en caso de escribirlo, casi instantánea y directamente en la hoja. Si la cabeza usa una figura retórica alambicada que gira toda la sintaxis prototípica de una línea, el boli (o el teclado, tanto da) no es impermeable, lo arroja. En fin, no es, no obstante, un proceso unidireccional: del mismo modo que el pensamiento da forma a la escritura, la propia escritura moldea el pensamiento; vaya, que viceversa. Escribir no es solo el medio, hay en ello cierta fluidez de expansión bidireccional con lo que siento y pienso. La escritura no es solo un espejo que refleja, lo reflejado también se mete dentro del espejo. 

Luego está, claro está, aprender a manejar la tensión entre la complejidad y la claridad. Eso ya es otra historia y una de las complicadas. Yo busco un equilibrio que permita a un lector potencial acceder al poema sin desdeñar el nivel de complejidad que lo originó, no siempre lo consigo, de hecho, las más de las veces no lo logro. Pero es complicado abrir las puertas de una casa en permanente construcción. Acabo ya diciendo que últimamente circula aquella frase (tres veces la he visto ya en las redes) del Nobel de literatura egipcio Naguib Mahfouz “Tu hogar no es donde naciste; el hogar es donde todos tus intentos de escapar, cesan”. Me disculpo ya ante mí y ante quien lea este texto por no buscar si verdaderamente lo escribió ni en qué libro lo hizo, porque no quiero que parezca que hago gala de esta tradición algo tontaina de ir copiando frases que quedan bien en los posts o en las fotos para completar su nimiedad descontextualizando (o resignificando) aquello que se dijo; en fin, que es casi lo que estoy haciendo pero yo lo hago dentro del texto. En fin, que traigo la frase a colación porque de escribir, que es un hogar, no hay escapatoria.  

――
Foto: Dani Alvarez @danialvarezfoto

Comentarios



LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.