Saltar de la propia mano a la otra mano propia
e ir deslizándose por uno mismo
por los brazos bien abiertos, por los hombros,
por la pelvis. Llegar al ombligo.
Todo lo que lleva y absorbe, carga, mueve y nos devuelve.
Solo los valientes logran escribir con los brazos abiertos.
En cualquier caso, la poesía es un salto.
El tema de la caída, prefiero no tratarlo.
(De «Desrealizaciones y certidumbres»)
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