Sacar una a una las hojas marchitas y manchitas marrones que tengan las hojas en un poema y darle ese árbol de jade podado al lector de aquello que sobra (también a una misma, para reconstruir y salirme por la tangente) (podado o a medio podar, reconozco). Pero sin tampoco quedarnos únicamente en un tallo o un troco con una frase que bien podría ir en una servilleta de papel. Tiene que haber construcción, pero lo alambicado es el paso previo a la tala. Cuesta podar, cuesta desgajar, separar casi con violencia la rama del tronco de donde unos versos nacen, pero tampoco hay que quedarse en un esqueleto de palabras. ¿O sí? En contra diré que a veces lo fragmentario suma significados, pero a veces quedan tan eliminados o tan salpicado que si al lector le llega algo no es por las palabras que hay ahí, sino por lo que sin querer se le ha evocado (¿abocado?).
Quizás en algunos casos me sobrepase recortando (¿La verdad que no vemos sea quizás, al fin y al cabo, demasiado breve?), pero seguramente aquí no aplique aquello de que mejor que sobre que no que falte. Cuesta podar cada poema, cuesta desmochar más aún un poemario al completo, por cuanto implica estructuralmente y por el esfuerzo de lejanía ante el escrito. Más aún, soy consciente de que, cuando un poemario sigue transformándose porque algunos poemas van dentro y luego van fuera y luego vuelven a entrar y luego aún se metamorfosean y se desgajan y se van a otros y luego reaparecen y desaparecen, ese movimiento te está sugiriendo algo: no está completo. Ni el proceso, ni mucho menos el resultado. Solo muy excepcionalmente un poema nuevo cabe en un poemario cuya estructura se cerró y se reabre para abrazar una nueva ramita que había quedado olvidada antes de brotar porque aún no era el momento.
A veces, incluso, un tallito minúsculo brota con poca esperanza nuestra y puede mañana acabar creciendo hasta convertirse en árbol. Y ese árbol de jade largo que a veces mantenemos apenas sin tocar puede que, en cambio, tenga las ramas caídas y las hojas enrojecidas. Es todo un mundo de ramificaciones y desramificaciones. ¿Cómo pronunciar la hondura con las palabras más llanas? ¿Cómo ir desprendiéndose de lo críptico e irse acercando a lo sutil a través del lenguaje sin caer en lo simple?
Ahora mismo, de hecho, ya noto un tallito creciendo, pero sé que es momento de terminar y dejar que germine en otro momento. Ahora bien, visto que voy concluyendo, si hablo de la poda estilística, debiera podar este escrito, así que voy a volver para atrás o para arriba. Debes saber que de todo lo que había escrito estás leyendo un árbol de jade podado (aunque algunas ramas, como este paréntesis, le han crecido al tratar de desmacharlo) y que todas las expresiones cercenadas están ahora mismo de camino al gigantesco contenedor de ramas secas.
Comentarios
I
EL POEMA
I
¡No le toques ya más,
que así es la rosa!
Que grande, Juanito.
Que es, de hecho, una paradoja pura, porque desde la brevedad esencial está defendiendo que no usemos la poda. Por lo tanto, aunque un árbol de jade pueda ser un bonsai, quizás un rosal necesita una buena poda para conseguir una rosa. Pero lo que importa no es el rosal, es la rosa. Y ya lo decía Gertrude Stein: "A rose is a rose is a rose"
Me basta así.
¡Gracias por tu comentario!