Ir al contenido principal

Un árbol de jade es un árbol de jade: poda estilística y forma en poesía

Un árbol de jade es un árbol de jade. Podemos podarlo para que parezca un bonsái, pero seguirá siendo un árbol de jade. Sin embargo, tampoco es un árbol, sino una planta. Seguirá siéndolo, aunque le llamemos árbol. A veces, nombramos a las cosas a partir de a qué se parecen y no por su esencia. La retórica y el estudio de la semántica recogen este hecho y lo denominan metáfora pura, una traslación de significado de un término a otro con relación de semejanza, parecido. 

Hace algunos años que vengo reforzando, también pensando, la poda estilística. Es algo que trabajo constantemente y en lo que trabajo, con dificultades. Soy de las que dice no saber resumir, de las que pasa días para conseguir titular, y de aquellas a quienes tanto cuesta elidir y eliminar. Gracias a la escritura académica, voy a aprendiendo a hacer de jardinera y ocasionalmente, si dudo entre siete expresiones larguísimas, acabo por borrar esa palabra o frase, que comúnmente no añade más que estilo y opacidad. “Kill your babies”, que dicen, “kill your darlings”, que dicen decía Faulkner y después retomó Stephen King, expresión que al principio escandaliza y al final termina en tu diccionario de uso común. “Menos es más”, que decía Mies van der Rohe. 

No es por lo breve ni por un afán de imitar otras retóricas, sino por lo que sugiere, y esa sugerencia no es ni mucho menos corta. Podar para que sea el lector (y yo también, autolectora) quien rellene esos huecos con sus propias palabras o imágenes en su cabeza, sin darle todo aquello que en realidad le sobra. No me invento nada nuevo, ya lo hacían a pinceladas los impresionistas. 

Sacar una a una las hojas marchitas y manchitas marrones que tengan las hojas en un poema y darle ese árbol de jade podado al lector de aquello que sobra (también a una misma, para reconstruir y salirme por la tangente) (podado o a medio podar, reconozco). Pero sin tampoco quedarnos únicamente en un tallo o un troco con una frase que bien podría ir en una servilleta de papel. Tiene que haber construcción, pero lo alambicado es el paso previo a la tala. Cuesta podar, cuesta desgajar, separar casi con violencia la rama del tronco de donde unos versos nacen, pero tampoco hay que quedarse en un esqueleto de palabras. ¿O sí? En contra diré que a veces lo fragmentario suma significados, pero a veces quedan tan eliminados o tan salpicado que si al lector le llega algo no es por las palabras que hay ahí, sino por lo que sin querer se le ha evocado (¿abocado?). 

Quizás en algunos casos me sobrepase recortando (¿La verdad que no vemos sea quizás, al fin y al cabo, demasiado breve?), pero seguramente aquí no aplique aquello de que mejor que sobre que no que falte. Cuesta podar cada poema, cuesta desmochar más aún un poemario al completo, por cuanto implica estructuralmente y por el esfuerzo de lejanía ante el escrito. Más aún, soy consciente de que, cuando un poemario sigue transformándose porque algunos poemas van dentro y luego van fuera y luego vuelven a entrar y luego aún se metamorfosean y se desgajan y se van a otros y luego reaparecen y desaparecen, ese movimiento te está sugiriendo algo: no está completo. Ni el proceso, ni mucho menos el resultado. Solo muy excepcionalmente un poema nuevo cabe en un poemario cuya estructura se cerró y se reabre para abrazar una nueva ramita que había quedado olvidada antes de brotar porque aún no era el momento.

A veces, incluso, un tallito minúsculo brota con poca esperanza nuestra y puede mañana acabar creciendo hasta convertirse en árbol. Y ese árbol de jade largo que a veces mantenemos apenas sin tocar puede que, en cambio, tenga las ramas caídas y las hojas enrojecidas. Es todo un mundo de ramificaciones y desramificaciones. ¿Cómo pronunciar la hondura con las palabras más llanas? ¿Cómo ir desprendiéndose de lo críptico e irse acercando a lo sutil a través del lenguaje sin caer en lo simple? 

Ahora mismo, de hecho, ya noto un tallito creciendo, pero sé que es momento de terminar y dejar que germine en otro momento. Ahora bien, visto que voy concluyendo, si hablo de la poda estilística, debiera podar este escrito, así que voy a volver para atrás o para arriba. Debes saber que de todo lo que había escrito estás leyendo un árbol de jade podado (aunque algunas ramas, como este paréntesis, le han crecido al tratar de desmacharlo) y que todas las expresiones cercenadas están ahora mismo de camino al gigantesco contenedor de ramas secas. 

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Y sin embargo:

I

EL POEMA

I

¡No le toques ya más,
que así es la rosa!

Que grande, Juanito.

Que es, de hecho, una paradoja pura, porque desde la brevedad esencial está defendiendo que no usemos la poda. Por lo tanto, aunque un árbol de jade pueda ser un bonsai, quizás un rosal necesita una buena poda para conseguir una rosa. Pero lo que importa no es el rosal, es la rosa. Y ya lo decía Gertrude Stein: "A rose is a rose is a rose"

Me basta así.
Remei Manzanero ha dicho que…
Siempre que pienso sobre la sencillez en la forma, acabo pensando en Juan Ramón. Quizá la poda deba ocurrir antes de producir palabra.
¡Gracias por tu comentario!


LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.