Mi casa es el recuerdo del pecho de mi amante:
una casa posbarroca
que juega con el espacio difuso
entre el exterior y el interior.
Mi casa es un patio Mies van der Rohe:
nunca sabes cuando estás dentro
ni cuando estás fuera.
Y, sin embargo, la húmeda hierba negra
que se extiende a lo largo del llano extenso
conduce siempre al deseo caliginoso de la pertenencia,
como si al voltear la cabeza noventa grados
y al apoyarla en las raíces de aquel césped
en un único gesto
pudieras sentir lo más hondo de la tierra.
Y puedes.
También de la tierra parece brotar un corazón de armazón de cielo
y empaparse el cráneo de escalofríos.
Foto: Vijay Putra
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