Quiero explicar hoy por qué decidí que al final empacaría mis cosas y dejaré Sudáfrica, cuando hace relativamente tan poco puse toda mi energía y emociones en contenerlo todo en una maleta y plantarme en una nueva vivencia.
Leí hace
poco un post en World of Wanderlust titulado "Why I’m leaving Africa". Llegué de casualidad
a este tipo de blog, que no leo en absoluto, reconozco que a través de google
discover. El título me llamó la atención y descubrí al leerlo que no serán
pocos los que se mudaron a nuevas vidas a inicios de 2020 (en el caso de la
bloguera del post finales del 2019 y también a Sudáfrica) y que después de ni
siquiera un año decidimos regresar a allí de donde vinimos.
Parece evidente por qué decidí marcharme a Johannesburgo,
aunque a algunos pudo sorprender, cuando las cosas me iban bien en Barcelona y
todo empezaba a encarrilarse después de un maravilloso año viviendo todo por
segunda vez, año que fue el posterior a uno de bajada a los infiernos que
curiosamente se constituyó como el mejor viaje de mi vida -la vida es un cúmulo
de viajes y ahora estoy en otro que está por terminar-. Si hace falta
aclararlo, aunque nadie conoce verdaderamente los motivos por los que se
marcha, en mi caso parece tener que ver con vivir plenamente, con explorar,
con conocer la diversidad con la que el ser humano ha sido bendecido, por tener
un trabajo distinto que me haría crecer y por tener una calidad de vida que en
España no se nos hace fácil a la juventud millennial y parece que ya a casi
nadie.
Los motivos por los que me marcharé de aquí tampoco los
conozco verdaderamente. Un día me enfrenté directamente al espejo, después de
un cúmulo de semanas de incertidumbre, que siempre ha sido lo que peor he
llevado. Me miré a mis ojos (¿sus ojos? en cualquier caso, los ojos del espejo)
y le inquirí. Respondimos: "nos vamos". No va a ser mañana ni pasado
mañana, todavía no hemos terminado con Sudáfrica, pero nos vamos. Esto último
ya no lo dije en voz alta, porque las locuras suaves tienen también cierto
límites. Tampoco fue "volvemos", sino "nos vamos" porque el
acto de volver es el de estrictamente regresar y aunque regreso donde antes, mi
plan es volver a un lugar nuevo, que conozco pero aún desconozco, porque nunca
conocí la Barcelona del 2021 y porque aún me queda un tiempo para terminar este
episodio (¿Quién sabe cuándo en estos tiempos donde andan cancelando vuelos?).
Hace un par de años que decidí y sentí que yo ya no viajaba
a lugares, sino a personas. El viaje que voy a cometer cuando empaque mis cosas
y me plante en Barcelona con mi maleta y mochila azules azul será hacia las
personas y, en particular y especialmente, hacia una nueva versión de mí misma.
Podrá ser similar a la que era antes de marcharme pero ya será otra.
No volveré porque hubo una pandemia ni tampoco porque la
criminalidad sea muy alta en este país. Tampoco porque conduzcan por el otro
lado y me confunda algunas veces al cruzar las calles, ni porque no haya
encontrado pipas tostadas saladas ni el tetrabrik de tomate frito cochambroso y
barato que a mí me gusta. Tampoco volveré porque estuviera sola horas y horas
hasta acabar declarándome mi amor condicional hacia mí misma. Tampoco porque
haya descubierto otra vez que tengo inagotables recursos en mi interior para
lidiar con las fases complejas de la vida ni porque haya trabajado en hacer de
mí misma un templo en el que saber estar y ser más allá de pensarme y
repensarme. Tampoco volveré porque eche de menos a mi familia, a mis amigos o
al hombre que dejé y que no me siguió al venirme. Mucho tiene que ver mi
decisión con esto último, pues viví unas semanas lo que he dado en llamar
"el giro amoroso" o "el viaje al tú", pero poco tiene que ver el amor que siento
con el objeto (filosóficamente hablando) al que amo, que es un sujeto en sí
mismo y de quien yo también soy su objeto amoroso (filosóficamente hablando,
otra vez) y que, en cualquier caso, es alguien con su trayectoria y voluntades
propias.
Sé que será complicado, que no resulta fácil empezar de
nuevo en un lugar donde ya construiste tanto durante tantos años. Esto es lo
que lo hace verdaderamente difícil y es uno de los motivos por los que elijo
esa opción y no permanecer donde estoy y en lo que emprendí hace un año, aunque
regreso a cauces internos más profundos y en ese sentido me mantengo en mis
emprendimientos, aunque los hechos puedan traslucir lo contrario. Barcelona es
para mí un lugar donde lo tienes todo y parece que no tengas nada. Es un lugar
donde conoces el funcionamiento de las cosas, en la que formas parte de la
cultura, en la que para lo bueno y lo malo tienes la sensación (incorrecta) de
que lo sepas todo y en realidad no tienes idea de demasiado. Sin embargo, hay
toda una Barcelona que no conozco, ni tampoco conozco a la Remei que seré de
vuelta.
Lo que estoy viviendo aquí en Johannesburgo es incomparable
a cualquier otra experiencia. Yo empecé amar algunos lugares de Johannesburgo
antes de venir. También a temer. He vivido lo que me parece que son tantas
cosas en tan poco tiempo que no sabría por dónde empezar a enumerarlas. Las
conversaciones que he tenido, todo lo que he sentido, las alegrías, las
tranquilidades, los miedos, las incertidumbres, las frustraciones. Poco
importan más que a mí misma, porque es cada uno de nosotros quien vive su
propia experiencia y eso es algo que nadie puede averiguar ni traspasar realmente.
Solo nos queda narrarlo, pero qué simple queda la narración de los hechos
cuando mientras lo vas explicando te das cuenta de que nadie podrá entenderlo
como lo sabes tú ni conocer los detalles.
No suelo abrirme públicamente por escrito, aunque reconozco que tampoco estoy abriéndome en canal. No obstante, no me avergüenza mi vulnerabilidad ni tampoco tengo miedo de que no se comprendan enteramente mis palabras. Incluso poco me importa si son o leídas, aunque si has llegado hasta aquí lo agradezco inmensurablemente. A estas alturas probablemente no ha quedado claro por qué me marcharé de Sudáfrica. Lo resumiré muchas veces diciendo que me marcho por amor, que ha sido un año muy duro, que la incertidumbre aérea me ha hecho trizas, que la claustrofobia de fronteras me ha hecho en algunos momentos querer estar en otro sitio. No diré que ha habido muchos momentos donde he sentido estar exactamente en el lugar donde debía estar, ni que me he abierto a nuevas maneras de entender el mundo y nuevas realidades que me han hecho plantear y vislumbrar cuestiones de la existencia que antes se me mostraban borrosas. Sí, quizás me marcho porque me miré a los ojos del espejo y nos lo preguntamos al unísono y muy claro: ¿nos vamos o nos quedamos? Pero, ¿a quién iba si no a preguntarle?
Comentarios
Nerea izango zen,
Ez zuen aldegingo.
Hegoak ebaki banizkio
Nerea izango zen,
Ez zuen aldegingo.
Bainan, honela
Ez zen gehiago txoria izango
Bainan, honela
Ez zen gehiago txoria izango
Eta nik...
Txoria nuen maite.
Eta nik...
Txoria nuen maite.