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Citas con hondura. "Las palmeras salvajes" (1939), de William Faulkner


Cuando me aventuré a leer por primera vez a William Faulkner (1867-1962) y a empezar por una de sus novelas más inusuales, desconocía que la estructura de la novela iba a ser la de la intercalación de dos historias paralelas en alternancia, la concatenación de los capítulos de dos historias distintas que se nutren a base de tenues similitudes y fuertes contrastes (quién sabe si por esmero y diligencia del autor o serendipia literaria).

Las palmeras salvajes de Faulkner intercala una novela con el mismo nombre, la historia de un avance amoroso o pasional entre un hombre y una mujer hacia la destrucción personal, con "El viejo", nombre con el que se conoce el río Misisipi y no a su protagonista, un penado que experimenta las vicisitudes de una catástrofe, la inundación del río, y todo lo que vive alrededor o por causa de esta circunstancia. 


No es esta la única intercalación sugerente que se da en esta obra. Más sustancial parece cómo el autor hilvana los pensamientos de los personajes, intercalados con la voz del narrador, y que dotan a la novela de intensidad emocional y hondura psicológica. A menudo la historia se vive tan a través de los personajes que, sumado esto a la tendencia a eternizar las frases y párrafos y a la inclusión de largos paréntesis entre medio, a veces, puede que el lector más avezado pierda el hilo de lo que sucede objetivamente.  Pero no pasa nada: dicen que Faulkner decía que los hechos no tienen nada que ver con la Verdad.

Quizás por estos motivos me ha tomado terminar la novela casi medio año. En muchas ocasiones he estado tentada a abandonar el libro, pero no tomé la tentación demasiado en serio: sabía que en algún momento lograría hallar lo que estaba buscando. El dolor y el padecimiento humanos se da en una diversidad de campos lo suficientemente amplia como para llevar a cabo el propósito primero por el que compré y he leído "Las palmeras salvajes" del escritor estadounidense  Faulkner: mi propósito de conocer y comprender el contexto y universo narrativo en el que se enuncia una de las citas top1000 de la literatura, contexto narrativo que incluye también el universo ético y desgarrador del personaje:
"Yes", he thought, "Between grief and nothing I will take grief"
(", pensó. Entre la pena y la nada elijo la pena.")
En mi primera gran experiencia sólida del dolor, que he vivido en este 2018, del dolor que no deja vivir del todo más que en su durante y en su anticipación (y cada día era la anticipación del dolor siguiente) (y a pesar de todo eso es sin duda vivir del todo), llegué, no por casualidad, a esta cita de Faulkner. Evidentemente conocía que el entorno narrativo en el que esa cita se iba a circunscribir sería probablemente distinto, pero mi creencia de que los dolores son distintos pero el dolor todo es el mismo justificaba la lectura. La cita, en un contexto algo más amplio, va como sigue:

El encuentro con la hondura de esa cita coincidía con una época en que yo volvía a escribir después de meses de no bloqueo artístico, sino de la nada artística absoluta, y tomé la cita como cabecera de la serie de poemas que iba a escribir sobre reaprender a caminar.  Y aunque otras citas en la novela no merecen menos consideración, como "hasta para estar el día entero muerto de miedo hay que hacer fuerza" (pág. 132), y a pesar de que compré la novela casi por casualidad, después de la presentación del primer número de la revista Criticismo en la librería Malpaso de Barcelona porque me quedaron cinco minutos en que no estaba hablando con nadie, y pese a que hasta hoy ya en noviembre no he terminado de leerla, a pesar de todo esto, mi serie de poemas sobre el caminar no podía alcanzar su significado completo hasta que yo como lectora no llegase a leer esas palabras en el lugar al que pertenecen.

Comentarios



LA VERDAD QUE NO VEMOS

No, no quiero los sueños. Es la vida,
la realidad la que nos llama. Escucha.
Leopoldo de Luis

Deja que te lo explique, no en palabras
— que con palabras no se entiende a nadie —
sino a mi modo oscuro, que es el claro.
Mirta Aguirre

 

Está aquí, déjame que te lo muestre,
en este pequeño espacio de aire,
esta dimensión, toda esta anchura
de trazas, de briznas
aciculares, está en esta brisa ingenua
que tanteo con los dedos,
que trato de asir para hacer mía,
es de sí misma,
                              está aquí.


Está en este soplo hecho de desgarros,
está en el lápiz que me cae de las manos
si abro la palma,
está en esta corriente alterna,
está en genios y mediocres,
en las nubes de las partículas,
en las ínfulas extrañas
y en el pliegue de las alas de un cóndor negro,
en la precipitación de un vidrio
que no nos hiere apenas
y en los resquicios invisibles
de nuestras cicatrices más finas,
está en el cieno de los ríos
que arrastras a las cimas,
en la cima lozana
que hallas en la mirada,
las miradas tiernas
que no adviertes,
y las que adviertes,
                                está aquí,
no puede estar en ningún otro lado.


La recogemos,
este soplo que resollamos
está hecho de ella.
Este vasto espacio que media
entre tú y yo,
los lugares entre nosotros
que no habitamos
y que alcanzamos al vuelo
con esfuerzo
y devoción de céfiro,
la verdad es que es esto,
está aquí.